miércoles, 2 de agosto de 2000

El CONICET, los depredadores, los distraidos y las avestruces. Néstor G. Gaggioli, 02-08-2000.

Ahora más que nunca es el momento de detenerse un momento y reflexionar sobre el pasado y el presente del sector científico para prepararnos mejor para el futuro.
Un tema sobre el que debemos tener siempre presente es que nuestros compatriotas y nosotros mismos, los científicos, técnicos y personal administrativo del sector de ciencia y tecnología hemos logrado construir, a lo largo de más de cincuenta años y con todos los defectos de las construcciones humanas, un sistema que es la envidia de nuestros colegas de la región latinoamericana, por su estabilidad y por la relativa tranquilidad en que podíamos desarrollar nuestras actividades investigativas, situación que lo llevó a ser el más eficiente de América Latina y comparable al de algunos países de la Unión Europea. Exceptuando los escasos presupuestos para trabajar, hemos logrado recrear las condiciones en las que se investiga en los países desarrollados. Indudablemente, han contribuido a este logro los colegas de numerosos organismos: Universidades, CNEA, INTA, INTI, Campomar, Malbran, CONICET, y muchos otros que sería largo de enumerar pero que no por ello su contribución ha sido menos importante.
Recordemos también, que en su delirio mesiánico, los militares favorecieron la creación de Institutos del CONICET así como también favorecieron a la CNEA. Pero los colegas que trabajaron y trabajan en dichos organismos, más allá del pecado original, han logrado construir organismos con un alto grado de productividad y que se ha traducido en un patrimonio fundamental del CONICET, tal como lo señala LA COMISION INTERNACIONAL DE EVALUACION DE LAS UNIDADES EJECUTORAS DEL CONICET (11/1999). En lo que se refiere a la CNEA estaría de más dar explicaciones, pues la realidad (venta del reactor a Australia) nos muestra su capacidad aún cuando viene sufriendo operaciones que están deteriorando sensiblemente su capacidad operativa...

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